miércoles, 22 de abril de 2015

Programa Inicia Valores de la Empresa: la experiencia de los participantes

El Programa Inicia Valores de la Empresa tiene como objetivo dar la voz a los alumnos para que expresen su visión mediante el diálogo junto con el empresario que dinamiza la sesión. Lo que hoy os presentamos es la visión y experiencia de un alumno del Colegio Internacional J. H. Newman de Madrid después de una sesión del programa.

"Generalmente, cuando pensamos en una empresa, viene a nuestra cabeza la idea de un ente deshumanizado cuyo único objetivo es amasar grandes cantidades de dinero. Sin embargo, existen un gran número de entidades que basan su toma de decisiones en una serie de principios, que no son impuestos por el Estado o por una comisión reguladora, sino que son aplicados porque se cree en ellos. Muestra de esta iniciativa son las empresas adscritas a la Fundación Rafael del Pino, que como se puede leer en su página web abogan por "la defensa de los intereses generales, la libertad, el espíritu innovador, la transparencia, el rigor y la vocación de servicio".



Para mostrar esta realidad a los alumnos de Economía de 1º y 2º de Bachiller del Colegio Internacional J.H.Newman, acudió al centro el pasado 14 de enero la consultora del departamento de comunicación de una empresa. El encuentro consistió en discutir dos dilemas con los que su equipo y ella se enfrentaron en el pasado. Para ello, una vez expuesto el problema, los alumnos debíamos posicionarnos en una de las opciones y argumentar por qué la que defendíamos era la decisión correcta. Finalmente, se desvelaba la postura que se adoptó y el por qué detrás de esa decisión.

El primer caso consistía en que se había estado utilizando el paquete Office de forma ilegal durante una serie de años, de modo que, si se quería regularizar la situación, debían adquirirse las licencias pertinentes. No obstante, esto suponía cancelar todos los proyectos de ese año, como un programa de ayudas a jóvenes, puesto que el dinero iría a la compra del software. Ante esta situación, la empresa optó por obtener las licencias, puesto que, más allá de las posibles sanciones a las que se verían expuestos por trabajar con una versión no registrada de Office, sería hipócrita tener el rigor por bandera e infringir de esa forma la propiedad intelectual.


Pasaron los años, y con el tiempo el capital de la empresa fue aumentado, lo que les permitió crear un programa de prácticas remuneradas del que se beneficiaron tres estudiantes. A lo largo de su periodo de prácticas uno de ellos destacó sobre los demás, de forma que, cuando finalizó su contrato de becario, ella y su equipo se vieron en la tesitura de ponerlo a nómina o, con ese mismo dinero, coger a tres nuevos becarios. Tras un largo debate, finalmente se decantaron por contratar al estudiante por dos razones. En primer lugar, no podían dejar escapar a una persona con talento y que conocía la dinámica de la empresa. En segundo lugar, a diferencia de que comúnmente se cree, un becario, aunque puede aliviar la carga de trabajo, está para aprender. Por ello, contratar a tres becarios para solucionar el trabajo de un empleado de pleno derecho sería incurrir en un caso de explotación laboral.

Para finalizar el acto, se nos entregó una hoja que contenía los diez principios del Pacto Mundial de las Naciones Unidas en la que la Fundación Rafael del Pino está adherida, y se nos invitó a sugerir un undécimo.

En conclusión, aunque quizás los casos prácticos no fueran tan vistosos como, por ejemplo, la resolución de conflictos en una obra de presupuesto millonario, sí que resultaron de interés. Y es que en la economía intervenimos todos, desde la pequeña panadería de la esquina hasta los gigantes que invierten en el IBEX 35."

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