Carlos Romero director del IES Beatriz Galindo de Madrid, nos explica su participación en el Programa Inicia.
Siempre tenemos una deuda de gratitud con
todos aquellos que han enriquecido nuestros baúles con el tesoro de la educación.
La Fundación Rafael del Pino añade una joya a
nuestros jóvenes que disfrutan de la posibilidad de establecer a través de los
relatores de la Fundación un contacto
con el mundo laboral del compromiso, el esfuerzo y la dedicación a través de
objetivos alejados de la cultura de pelotazo, la falta de valores y el ganar dinero
como única meta en la vida.
La esmerada y programada
presentación, la elección de los ponentes y la familiaridad en el discurso con
los estudiantes, hace que los resultados de las encuestas de satisfacción ante
un público tan exigente y poco dado a conformarse con productos de baja
calidad, sea un claro reflejo de la utilidad que los jóvenes ven en el tiempo
dedicado y en el valor de futuro.
Las reglas, los rituales y las
disciplinas no aportan valor a menos que la intención que los impulsa proceda de
una persona que predique con el ejemplo y que permita al joven inmerso en
conflictos y crisis en busca de respuestas, encontrarlas en referentes guiados
por un núcleo de fuerza y códigos de recto proceder.
El mérito de encontrar referentes
para convertirse en adultos a través de la experiencia con las personas y las
situaciones, radica en la elección que el adolescente debe hacer desde el amor,
los límites, las normas, los lazos, la competencia y la confianza que les lleve
a ser optimistas bien informados, que transitan por el Mundo como una oportunidad donde atrapar la
vida para saborearla, mientras que el pesimista (informado), lo ve sólo como un
problema y teme vivir aunque sea en el mejor de los mundos posibles.
Descubrir que la palabra éxito
tiene otros significados, que el trabajo y el esfuerzo generan enormes
recompensas no sólo materiales y que hay multitud de ejemplos de superación a
través del conocimiento y la buena educación y que esto nos hace más libres,
amplia nuestras ideas, mejora las posibilidades, estimula la creatividad, la
capacidad de maniobra y nos hace curiosos para encontrar otras soluciones
alejadas de las respuestas que nada mejoran.
Me hago eco del sentir de los
ochenta y dos alumnos que justo antes de empezar sus vacaciones de Navidad,
asistieron primero con prisa y a regañadientes, después con interés y
finalmente con entrega y agradecimiento, a la actuación y el regalo que la
Fundación Rafael del Pino nos hizo para entender la sentencia de Confucio, “Donde hay educación no hay distinción de
clases”
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